Todos tenemos un deseo intrínseco de cambiar nuestra realidad. Deseamos que el mundo pueda satisfacer nuestros caprichos. Dejar nuestra huella en este mundo. Trascender esta vida por las acciones que hicimos y lo que dejamos atrás. Sin embargo, todos los días hacemos tanto en nuestras vidas, pero rara vez somos testigos de las consecuencias de nuestros actos.
Durante la escuela hemos aprendido el enfoque físico de la realidad en el que “para cada acción, hay una reacción igual y opuesta”, como lo describe Newton, pero desafortunadamente, la mayoría de las veces nuestras acciones diarias no están directamente relacionadas con el resultado esperado. Si invertimos tiempo en obtener un título universitario, esperamos que nos consiga un buen trabajo o si nos esforzamos el doble en nuestro trabajo, ese esfuerzo debería otorgarnos un ascenso. Sin embargo, muchas personas están desempleadas o atrapadas en sus trabajos esperando la promoción que quizás nunca llegue, o peor aún, cerrando el negocio en el que habían invertido los ahorros de toda su vida para materializarlo.
Nuestros esfuerzos parecen una gota de agua desvaneciéndose en un océano ininterrumpido sin cambiar nada. Esto puede llegar a ser verdaderamente desmoralizador, más viviendo en una meritocracia que atribuye el fracaso únicamente al individuo. Esta situación se convierte en un caldo de cultivo para todos los gurús de la autoayuda que comercializan con consejos que acaban convirtiéndose en meras ilusiones.
La verdad es que este es un problema de percepción. Si un genio pudiera conceder a todo el mundo el deseo de ser rico, entonces nadie lo sería. Nadie trabajaría como sirviente de nadie, ni fabricando bienes ni sembrando los campos. Vivimos en un mundo de intereses en conflicto, o deseos, mejor dicho, en contra de nuestros contemporáneos.
Yo también he estado allí. Cada vez que escribo un post en este blog, me pregunto ¿cuántas personas lo leerán? ¿100? ¿10? ¿1? O tal vez nadie… y me pregunto si el tiempo invertido en escribir este texto fue valioso. Teniendo en cuenta que podría haber pasado esas horas viendo un programa en Netflix, emborrachándome o simplemente sin hacer nada… pero luego, me recuerdo a mí mismo la razón por la que comencé a escribir. Recuerdo que había un deseo intrínseco dentro de mí de escribir esta pieza y compartirla con el mundo, incluso si nadie la escucha cuando se publica. Tal vez años más tarde este post será descubierto por alguien navegando por internet, y podría generar un impacto positivo en esa persona.
Soy un firme creyente de que la única forma de cambiar nuestra realidad es acción por acción. Y el cambio no se materializa en la reacción que provoca, sino por el cambio en nuestra percepción mientras realizamos la acción.
Hemos escuchado muchas veces que nuestra felicidad depende en gran medida de nuestra capacidad para vivir el momento presente, despreocupados por el futuro y dejando atrás el pasado. Entonces, debemos esforzarnos por encontrar la satisfacción o gratificación realizando las acciones que nos hacen sentir plenos. Encuentra el placer de aprender en lugar de enfocarte en la carrera o disfruta mejorando en tu campo de especialización en lugar de preocuparte por la promoción o abraza la emoción de aprender de un nuevo emprendimiento… porque si amamos lo que hacemos y nos dedicamos a eso, nos convertiremos en mejores versiones de nosotros mismos y nuestras posibilidades de lograr nuestros objetivos en un mundo de deseos en competencia, aumentan.
No existe tal cosa como un atajo comprobado para el éxito. Podemos aprender a trabajar inteligentemente, a encontrar el camino de menor resistencia, pero la verdad es que no hay victoria sin esfuerzo. Y para todos nosotros, al principio, siempre parece que nuestros esfuerzos son inútiles. Pero no te asustes, que la mayoría de las batallas que peleamos se ganan con perseverancia.
M. Ch. Landa